Sin grilletes se camina mejor: Sobre la necesidad de entender nuestro pasado
ALBERTO SÁNCHEZ GONZÁLEZ | España tiene muchas asignaturas pendientes, sobre todo si nos comparamos con nuestro entorno europeo, y las tiene en multitud de ámbitos que van desde la reactivación económica hasta la lucha contra la corrupción, pasando por la educación pública, que adolece de una constante falta de recursos. No obstante, uno de los que más nos pesa es la ausencia de memoria, término cada día más denostado por los que carecen de ella. Por el contrario, los países de nuestro entorno han ajustado las cuentas con su propio pasado, ya sea por una cuestión de justicia o para que no se repita.
No obstante, en nuestro caso nada de esto se ha producido, y lo que era un problema de índole nacional, se ha convertido en un asunto europeo cuando el Programa Memoria Histórica Activa de Europa ha salido a la palestra, igualmente por su falta de acción a la hora de investigar los crímenes del franquismo del mismo modo que lo está haciendo con los del nazismo, a pesar de haber prometido hacerlo tras las peticiones de algunos eurodiputados españoles.
Así, de los 66 proyectos de dicho programa europeo, sólo 2 radican en España, y ninguno de ellos tiene por misión investigar la dictadura. No obstante, tales quejas han provocado que el máximo responsable para la Memoria Histórica en Europa, Marc Richir, conmine a España a que abra el debate acerca de su pasado y los crímenes cometidos. Y no es que lo diga él, es que tenía que haberse hecho hace tiempo.
Por nuestra parte, hemos beatificado nuestra transición (en muchos casos escrita con mayúscula, para darle más importancia si cabe), hasta el punto de hacerla incuestionable en sus límites. Y es que tras la salida de la dictadura (no por la derrota de ésta sino por el agotamiento del modelo) nadie quería poner en peligro una democracia débil, aceptada a regañadientes por aquellos que seguían en el poder. Y es que las élites no se renovaron en absoluto, sino que aceptaron que, ante la muerte del dictador (muerte natural, dicho sea de paso), una democracia “controlada” era el mejor medio de mantenerse en el poder. Y esto es así porque nuestro entorno no habría aceptado el mantenimiento del modelo franquista, cuyas estructuras eran poco accesibles al desarrollo capitalista; y en segundo lugar porque las nuevas generaciones carecían del recuerdo negativo de la guerra civil, y podrían ser proclives al cuestionamiento del régimen. ¿Qué nos diferencia de los episodios similares de nuestro entorno? La dictadura que nos mantuvo presos no fue derrotada, simplemente colapsó. Lo único que se hizo fue un ejercicio de reciclaje político, un “cambiarlo todo para que nada cambie”.
Pero ahora ha pasado mucho tiempo. Podríamos decir que demasiado. Y seguir postergando la condena y reparación de las víctimas del franquismo es un acto vergonzoso, explicable únicamente por el hecho de que las élites de la democracia siguen siendo las mismas que aquellas que heredaron los resortes del poder tras el fin de la dictadura.
Por eso no se producen avances, ni aunque la Unión Europea nos exhorte a ello. Ante tales requerimientos por parte de la sociedad civil las autoridades tienden a responder con argumentos que muestran no sólo su falta de interés sino su proximidad hacia el régimen.
Entre los ejemplos de esto por parte de nuestras élites encontramos hechos como que los familiares del dictador sean Grandes de España, que se condecore a la División Azul, o que, cada cierto tiempo, algún dirigente local o regional declare públicamente su simpatía por el franquismo (sin ser luego cesado). Tales comportamientos serían inaceptables en Alemania o Francia acerca del nazismo o en Italia acerca del fascismo.
En cuanto a los intentos de juzgar tal periodo por lo legal, éstos se han resuelto con la condena de los jueces que han promovido tales causas. Y aquellos que lo han intentado desde fuera de nuestras fronteras se han encontrado con “palos en la rueda”, en palabras de la jueza María Servini, que trata, desde Argentina, investigar a 17 altos cargos de la dictadura y la transición, imputados por la Justicia de aquel país.
Ahora algunos eurodiputados pertenecientes a los eurogrupos GUE/NGL, ALDE y Greens/ALE solicitarán al Parlamento europeo que inste a la Comisión a obligar a España a adoptar las medidas necesarias para que estas 17 personalidades sean investigadas, convirtiendo un asunto nacional en uno europeo, y lo que se haga desde allí conformará el retrato de la Europa que queremos.
No obstante, el verdadero trabajo se debería desarrollar aquí, condenando el franquismo y sus crímenes, haciendo un verdadero análisis histórico de los acontecimientos, que implique una sincera reparación de todos aquellos damnificados por la dictadura. Y todo esto aun a sabiendas que supone el cuestionamiento de una transición (o Transición, como se prefiera) que se hizo a medias, por culpa de un miedo que ya no tenemos. Igualmente implicaría una asunción de responsabilidades por parte de los implicados en tales crímenes, aunque sigan conformando nuestras élites a día de hoy.
Sólo a través del entendimiento de nuestros errores pasados podremos resolverlos. Comprender dónde radica el origen de las prácticas políticas y económicas españolas es la vía para sustituirlas y crear unas nuevas y mejores. Pero para ello debemos cuestionar todo lo que sabemos acerca de nuestro pasado más reciente y, por supuesto, replantearnos nuestra idea de democracia y de país. No puede haber una renovación social y moral sin un análisis crítico y sincero de nuestro pasado.
No obstante, la oposición a tal proceso es demasiado fuerte, lo que hace poco probable que se lleve a cabo. Por esta razón necesitamos que desde el exterior, en particular desde la UE, se nos empuje a ello con la misma fuerza que se nos presiona para mantener la estabilidad presupuestaria. El proyecto europeo no debe ser sólo económico, sino social y político. Por esta razón, no debe tener cabida la tolerancia o la simpatía por la dictadura franquista del mismo modo que no la tiene la simpatía por el nazismo o el fascismo.
Ya es hora de condenar el franquismo y proporcionar justicia a las víctimas, creando así un futuro libre de esa carga, que nos permita crecer en un plano político y moral, en el que siempre nos hemos sentido más pequeños que nuestro entorno europeo. Y es que en lo que a política se refiere, nuestro Spain is different ocultaba un Spain is underdeveloped. Pues bien, sólo hay una manera de que esto acabe. Y es juzgando nuestro pasado y afrontando el futuro libre de cargas y de carcas. Así de fácil. Así de difícil.
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